En diciembre nuevamente Chile enfrentará un plebiscito para ver si le gusta o no un texto constitucional escrito bajo parámetros electorales. En esta oportunidad, Republicanos, el grupo que ha ganado las últimas elecciones, ha tratado de construir una Constitución según lo que creen que debería regirnos (o seguir rigiéndonos) por mucho tiempo más.
Se dice que ahora es lo definitivo, que "esta sí que sí". Claro, esto lo señalan quienes quieren aprobar y ven que lo que está contenido en el texto es una reafirmación de la manoseada "libertad" o porque sólo quieren que esto sea otra derrota para el gobierno, sin saber que ya está derrotado ideológicamente.
El gran problema es que seguiremos en crisis. El texto aprobado por el Consejo Constitucional no se detiene en ningún momento a mitigar aquello en lo que radica la principal tensión que ha desembocado en una explosión que-aunque algunos no quieran decirlo- aún nos tiene sin respuestas, buscando certezas donde creamos que las haya, y es la relación del ciudadano con todo aquello que debería darle seguridades: pensiones, salud y educación.
Ahí no hay nada, sólo parece haber tras estos temas una reafirmación de quienes ganaron las elecciones de consejeros de que triunfaron ideológicamente, de que "saben lo que la gente quiere". Todo esto insistiendo en que la ya mencionada libertad depende de un sinfín de acciones que, aunque no se crea, no están del todo en nuestro control, como es la economía y la estabilidad laboral.
Quienes quisieron contestar al engolosinamiento de la Convención pasada con la reafirmación de lo que ya está haciendo agua por todos lados, no saben el gran error que están cometiendo. Insistir en lo mismo, sin ninguna corrección aparte de ciertos buenos modales retóricos en lo que se refiere al supuesto Estado social de Derecho, es la evidencia misma de que se está tratando de resolver un problema social con una mirada basada en probabilidades inexactas, con una idealización torpe del supuesto "trayecto vital" que un sujeto capitalista debería seguir según suposiciones ideológicas no muy diferentes del relato creado en el proceso anterior.
El gran problema de este texto, como de todo lo que hemos vivido desde el 2019, es ideológico. No es moral, como todo el progresismo liberal ha intentado decir para no ahondar en lo más catastrófico, que es que, así como está, esto no dará ninguna solución para ese ciudadano capitalista al que se supone que pone en el centro. Al contrario, éste seguirá igual de solo y, a lo mejor, más temprano que tarde, saldrá de nuevo a mostrar sus incertezas, de la manera que sea, bajo la expresión que sea. Y lo peor es que la alternativa tampoco es mucho mejor.
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