Esta semana el abogado y exdirector del Instituto Nacional de Derechos Humanos, Sergio Micco, fue increpado a las afueras de la Facultad de Derecho de la Universidad de Chile luego de participar de un encuentro académico. Los estudiantes de la facultad alegaban por el rol de Micco como jefe del INDH durante el estallido social, con consignas y gritos. Parecían dueños de la universidad pública por excelencia del país, mientras se arrogaban algo así como el derecho a sentirse los defensores de la Patria.
Sin ser fanático de Micco ni de algunas de sus declaraciones respecto a lo que motivó el estallido social (la más curiosa, por decir lo menos, es cuando lo calificó como un "intento de golpe" de Estado, sin profundizar y olvidándose que todo, desde una una mirada, podría leerse como un "intento de algo"), creo que la manera en que enfrentó a estos jóvenes demasiado convencidos de sus consignas, fue bastante inteligente y da para pensar sobre qué es lo público para una generación muy convencida de que sabe qué es lo que es.
En un momento dijo: "El día en que yo acepte irme de la Universidad de Chile porque no me dejan hablar, la que se jode es la Universidad de Chile". Y ahí yo creo que está la esencia de lo público, que es la confrontación de las controversias sin importar lo dolorosas que sean estas.
¿Sabe de eso la nueva generación progresista de Chile? ¿Entiende la diferencia entre lo público y las redes sociales? ¿Comprende que aquello que molesta, que incomoda, hay que confrontarlo entendiendo su existencia y no tratando de negarla? Pareciera que no. Los nuevos estudiantes chilenos parecen demasiado imbuidos de una cierta épica ficticia, identitaria, sin ver más allá de todo lo que está afuera de sus preferencias y de su idea justicialista de la justicia.
Es cierto, hay una izquierda que siempre ha sido intolerante hacia todo aquello que ve como una amenaza moral más que ideológica; pero incluso la de los sesenta y setenta sabía que había una plaza pública (ya sea concreta o simbólica) en la cual terminarían tarde o temprano encontrándose con sus adversarios. Hoy, en cambio, esa sola idea les aterra a los hijos predilectos del neoliberalismo mental.
Ver a ese otro que parece amenazante para su identidad los desespera. Y es tal vez porque crecieron mejor de lo que creen. Porque tuvieron padres demasiado preocupados de ellos. Bebieron de la matriz ideológica del régimen que dicen combatir, que consiste en que "los padres tienen la idea preferente de educar a sus hijos" y, sin saberlo, les gusta.
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