Si bien podríamos detenernos en cada uno de los puntos que derribarían la concepción "estatista" que Edwards ve en el proyecto constitucional, parece más interesante hacer un análisis de la contingencia política y lo que significa que el parlamentario le quite el extremo a José Antonio Kast. ¿Qué quiero decir? Que, a diferencia de lo que muchos creen, la salida Rojo y cierto ultrapinochetismo gritón de Republicanos, independientemente del resultado del plebiscito del 17 de diciembre, le deja el "centro" libre al exdiputado UDI.
Es cierto, podríamos discutir horas y horas sobre qué es realmente el manoseado "centro político". Podríamos argumentar que aquellos que se hacen llamar "centristas" no son más que nostálgicos de un concertacionismo que debió entregarse en cuerpo y alma a respetar los márgenes transicionales sin siquiera darse un pequeño gustito y hasta se enamoró de lo que debió administrar por 20 años. Pero eso es materia de otro debate.
Lo que importa acá es que sin los gritos, sin los Panchos Malos, sin los Edwards y los que llaman traidores a todos quienes se juntan, se fotografían o se estrechan protocolarmente las manos con "los otros", Kast resulta menos intragable para cierto mundo que anda extraviado buscando alianzas, certezas y un nuevo lugar en el que ser cobijado.
Entonces, el eterno candidato de la derecha gremialista y neoliberal chilena debe estar celebrando que haya alguien que se le haya puesto más a la derecha para comenzar la próxima campaña presidencial, más aún cuando su principal contrincante es la alcandesa de Providencia, Evelyn Matthei. Hoy ese concertacionismo de centroderecha tiene más por donde elegir.
Edwards debe haber tomado esta decisión pensando en Argentina y en el extremismo ideológico con el que Milei llegó a la Presidencia. Y puede tener razón en lo del extremismo. Pero no debe olvidar que perdió la primera vuelta y llegó a la Casa Rosada por aliarse con la "maldita casta".
Tal vez puede tener razón Edwards al creer que Kast ha renunciado a cierta "identidad" de ultraderecha (deberíamos definir qué es la derecha y la ultraderecha en Chile, cuestión bien compleja), pero de identidad y de posturas testimoniales no está hecho el poder. Es cosa de preguntarle al gobierno en curso.
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